A pesar de que el metro y el taxi eran baratos, decidimos andar hasta la Concesión Francesa, un barrio al sur de la ciudad donde descubrimos, por primera vez, los bares. Cerca del metro Xintiandi nos adentramos en una laberíntica zona peatonal donde vimos las terrazas ocupadas por occidentales disfrutando de las cervezas a diez euros. Como nuestros bolsillos temblaron al ver esos locales, seguimos paseando por la zona, que si no hubiera sido por los rasgos orientales de la gente, hubiéramos pensado que los rascacielos y los McDonalds eran de una ciudad europea.
Huímos de allí para buscar Taikang Rd, una calle que teníamos apuntada en nuestros apuntes como “interesante”, pero al llegar allí no le encontramos nada particular, hasta que descubrimos en una callejuela un mercadillo muy curioso. A pesar de ser peatonal, las motos y bicicletas seguían pitándonos para cederles el paso. Había un montón de locales de artistas junto con los más que sobrados puestos de souvenirs, esta vez más baratos y donde pudimos regatear por primera vez.
Dimos un largo paseo por la zona y comimos en un thailandés. Uno de mis amigos, que no quería aprender a usar los palillos, había hecho una foto a un tenedor, ya que la gente en general apenas hablaban inglés, pero tampoco le sirvió de mucho. En Jinglang Temple, un centro comercial con una fachada muy bien reconstruida como un templo antiguo, vimos a mi amiga Ziyu, que nos dio una buena guía de su ciudad y nos indicó donde estaba el famoso mercadillo de falsificaciones.
En Nan Jing Xi Rd número 580 (más o menos) vimos el mercadillo, o quizás fueron los comerciantes quienes nos vieron a nosotros, ya que nada más pisar la puerta, cual buitres buscando carnaza, levantaron sus miradas de las pantallas de los móviles y empezaron a vendernos sus productos. Ingenuos de nosotros, quisimos saber los precios de los relojes y una mujer nos dijo que la siguiéramos. Sin pensar lo más mínimo, fuimos detrás de ella y subimos unas escaleras exteriores donde llegamos a un segundo piso. Allí llamó por teléfono a quien nos abrió y nos dirigió hacia otra habitación con una pequeña puerta falsa. Nos tuvimos que agachar y entramos en una pequeña tienda llena de bolsos. Los relojes los tenían ocultos (más si cabe), pero al solo querer un reloj, el vendedor no quiso rebajar mucho, por lo que salimos de aquel escondrijo a tomarnos una cerveza al hostal, donde allí estaban más baratas (20 yuanes= 2,50 euros).
*Precios Marzo 2013.
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