jueves, 22 de agosto de 2013

Shanghai #04. Visita a Hangzhou.



    Hangzhou fue nuestra segunda salida desde Shanghai en un viaje de ida y vuelta en tren de alta velocidad (Creo que fueron 25 € i/v). La ciudad tiene más de ocho millones de personas y, debido a que decidimos ir un sábado y que hizo calor, nos acompañó una inmensa masa de gente haciendo turismo alrededor del lago. Una masificación de gente que en ciertos momentos agobiaba. El lago era enorme, pero había una capa de neblina, bien por la contaminación bien por un extraño caso paranormal, por lo que la visibilidad era nula y las fotos salían grises.

    Teníamos la opción de montarnos en una barquita y que nos llevara a otro lado del parque, pero como estábamos en forma decidimos andar alrededor del lago, al menos hasta una Pagoda que en el mapa de turismo nos decía que había que verla y como buenos turistas, fuimos para allá. Durante el camino no solo tuvimos que esquivar a la gente, si no que cada dos por tres pasaban unos trenes que llevaban a más turistas. Si hubiese sido uno solo, no lo hubiera contado, pero es que nos atropellaban cada diez minutos. Además, para llamar la atención iban con una música que empezó a taladrarnos el oído.

    El calor y la gente se hizo pesado, pero después de un buen rato andando alcanzamos la Pagoda, donde tuvimos que pagar la entrada a 15€ por persona. La atracción más cara que vimos en China. Supongo que sería para mantener la escalera mecánica que estaba instalada para subir a la entrada de esta Pagoda-museo, puesto que era una reconstrucción, aunque tenía unas vistas magníficas del lago.

    No hay muchos sitios donde comer, por lo que apenas picamos algo en los quioscos. Unas salchichas que sabían a poco. A pesar de seguir andando para intentar ver el zoo o incluso otro templo, la tarde y el cansancio se nos echó encima y pusimos fin al día del lago. Nos montamos en un taxi y volvimos a la enorme y fantasmagórica estación de tren. En Shanghai descubrimos un restaurante pequeño, pero acogedor, donde un lugareño hacía la masa de la pasta en el momento y nos atendía con una enorme sonrisa.

*Precios Marzo 2013.

martes, 20 de agosto de 2013

Shanghai #03. Visita a Suzhou

Niños jugando en Sozhou
Niños jugando en Suzhou

    Nos dimos cuenta pronto de que comer en Shanghai era barato, pero los cafés no. (El café en China es importado). Barato, pero tarde o temprano teníamos que hacer el cambio de moneda o sacar del cajero. Como teníamos euros, nos acercamos a un banco y, a pesar de que se tiraron un buen rato sellando un montón de papeles, el cambio lo hicieron bastante bien, mucho mejor que en España o el aeropuerto (incluso que en el cajero), por lo que siempre que pudimos cambiamos el dinero en bancos.
    Visitamos Suzhou, un pueblo al este de Shanghai y a una hora en tren de alta velocidad (40 Yuanes=5€) El vehículo era similar al AVE, pero aquí había azafatas dentro de los vagones y acceso a agua caliente gratis, porque la gente lleva sus infusiones y sus tazas encima. Nada más llegar, mi amiga Ziyu, negoció largo y tendido con una chica que nos vendía una ruta turística. Tras veinte minutos hablando con ella, sí, veinte minutos, nos fiamos y nos montamos en un destartalado bus por cerca de diez euros.
    En Suzhou hay más de doscientos jardines chinos, pero solo vimos uno, The couple's Garden Retreat. Muy bien conservado y con un aspecto de retiro pacífico muy interesante. Una vida sin estrés que llevaría el dueño. Rodeado de árboles, riachuelos y pequeños recovecos donde descansar. La paz se respiraba en el ambiente. Terminamos esta visita montados en una barca donde el remero nos dio una vuelta de cinco minutos y, al estilo de venecia, nos deleitó con una voz rota unas cancioncillas para luego justificar que le soltáramos unas monedas. La ruta de la seda pasaba por este pueblo, por lo que la visita a un museo-tienda de este magnífico material era imprescindible. Una explicación muy rápido de cómo se hacía la seda y terminaba en una tienda. Durante la comida, Ziyu, nos comentó que tienen la costumbre de comer con platos compartidos, arroz, pollo, verduras, y la sopa la dejan para el final, pero no pudimos terminar ni siquiera los primeros platos, ya que el guía nos llamó para seguir la ruta a toda prisa.
    La siguiente turistada fue ver a un par de artistas cantando (ópera china) en un pequeño teatro y, de nuevo (la parte más odiosa de la visita, ya que nos llevaba a matacaballos), hicimos otro viaje en barca para terminar en una tienda de jade. Esto fue el momento más surrealista de la ruta, ya que el dueño de la tienda estuvo demostrando las cualidades de su piedra cortando cristal, como si fuese un teletienda, y explicando lo virtuoso que es llevar consigo una pulsera de jade (los precios eran a partir de 200 euros). Según mi amiga, esta piedra es muy conocida en China porque creen que te recupera de dolores y enfermedades.
    El final del viaje fue lo mejor: la visita a la parte antigua del pueblo. Es lo más parecido a Venecia, con sus riachuelos y sus barcas. Rodeado de casas antiguas y una hilera de turistas haciendo fotos. Callejeando nos metimos en un bar y probamos sus deliciosos batidos naturales. Lo que me atrajo del sitio fue ver que estaba lleno de post it por las paredes y colgando del techo. Cada uno de ellos era un deseo y, según las dueñas del local, se cumplían, así que inmediatamente nos pusimos a escribir los nuestros y colgarlos (solo por si acaso).
• Precios marzo 2013.

viernes, 16 de agosto de 2013

Shanghai #02. Concesión Francesa.

Mercadillo Concesión Francesa
Mercadillo Concesión Francesa
    A pesar de que el metro y el taxi eran baratos, decidimos andar hasta la Concesión Francesa, un barrio al sur de la ciudad donde descubrimos, por primera vez, los bares. Cerca del metro Xintiandi nos adentramos en una laberíntica zona peatonal donde vimos las terrazas ocupadas por occidentales disfrutando de las cervezas a diez euros. Como nuestros bolsillos temblaron al ver esos locales, seguimos paseando por la zona, que si no hubiera sido por los rasgos orientales de la gente, hubiéramos pensado que los rascacielos y los McDonalds eran de una ciudad europea.
    Huímos de allí para buscar Taikang Rd, una calle que teníamos apuntada en nuestros apuntes como “interesante”, pero al llegar allí no le encontramos nada particular, hasta que descubrimos en una callejuela un mercadillo muy curioso. A pesar de ser peatonal, las motos y bicicletas seguían pitándonos para cederles el paso. Había un montón de locales de artistas junto con los más que sobrados puestos de souvenirs, esta vez más baratos y donde pudimos regatear por primera vez.
     Dimos un largo paseo por la zona y comimos en un thailandés. Uno de mis amigos, que no quería aprender a usar los palillos, había hecho una foto a un tenedor, ya que la gente en general apenas hablaban inglés, pero tampoco le sirvió de mucho. En Jinglang Temple, un centro comercial con una fachada muy bien reconstruida como un templo antiguo, vimos a mi amiga Ziyu, que nos dio una buena guía de su ciudad y nos indicó donde estaba el famoso mercadillo de falsificaciones.
     En Nan Jing Xi Rd número 580 (más o menos) vimos el mercadillo, o quizás fueron los comerciantes quienes nos vieron a nosotros, ya que nada más pisar la puerta, cual buitres buscando carnaza, levantaron sus miradas de las pantallas de los móviles y empezaron a vendernos sus productos. Ingenuos de nosotros, quisimos saber los precios de los relojes y una mujer nos dijo que la siguiéramos. Sin pensar lo más mínimo, fuimos detrás de ella y subimos unas escaleras exteriores donde llegamos a un segundo piso. Allí llamó por teléfono a quien nos abrió y nos dirigió hacia otra habitación con una pequeña puerta falsa. Nos tuvimos que agachar y entramos en una pequeña tienda llena de bolsos. Los relojes los tenían ocultos (más si cabe), pero al solo querer un reloj, el vendedor no quiso rebajar mucho, por lo que salimos de aquel escondrijo a tomarnos una cerveza al hostal, donde allí estaban más baratas (20 yuanes= 2,50 euros).
*Precios Marzo 2013.

miércoles, 14 de agosto de 2013

Shanghai #01. Primer día en China.



El barrio Pudong
Barrio Pudong
 
    Aterrizamos con retraso. Swiss, nuestra compañía de vuelo, tuvo una avería de cinco horas en Zurich, por lo que nos dieron un cheque de veinte francos suizos para comer en el aeropuerto. Estuvimos acompañados por una gaditana que venía de Frankfurt. “Voy a Mallorca, a ver a mi familia”, nos dijo. Compartimos opiniones sobre la mala situación de España y por qué ella vivía en Alemania y yo en Inglaterra.
    Tras pasar los controles de seguridad del aeropuerto, decidimos probar el Maglev (tren mágnetico), una novedad que solo notó nuestro bolsillo por pagar siete euros, mientras que el metro costaba menos de un euro. Pisamos Shanghai por primera vez en la calle Nanjing Rd. Una enorme y ancha acera peatonal con carteles de neones, era de día, por lo que las luces brillarían solo por la noche.
    Cuando nos dirigíamos al Hostal, nos dimos cuenta de que cruzar las carreteras iba a ser un deporte de riesgo. Las motos, eléctricas, pasaban en todas las direcciones, incluso por la acera, donde no tenían problemas de pitarte para que te apartaras. El semáforo en verde para peatones, parecía más una sugerencia, porque las motos te regateaban y los taxistas, pasaban sin importarles un carajo. Tras varios días, pudimos comprobar que los conductores tienen buenos reflejos.
    Nuestro hostal, el Blue Montain Bund Youth Hostel (13 € por noche), se situaba en un sexto piso en una enorme torre y tenía una terraza que no disfrutamos, debido al tiempo. En recepción estaba un par de chavales que chapurreaban inglés, aunque me costó entenderles algunas veces. Nos dieron la llave y comprobamos que la habitación estaba limpia, incluso nos dieron toalla. La única pega era ver que la ducha no tenía plato, por lo que el suelo del baño, con un desagüe, iba a ser donde nos teníamos que duchar (el mismo no-diseño de ducha como en San Petersburgo).
    Eran las cuatro de la tarde y el jetlag no lo notaba. Tenía una sensación de haber dormido mal. Esa tarde dimos un paseo por el malecón, la orilla del río Huangpu donde se observa el barrio Pudong con sus inmensos rascacielos, mientras que a cien metros de allí, tirando hacia el centro, el barrio The bund, se encontraban los miles de minúsculos locales de ferreterías, tiendas de móviles, carnicerías con la carne colgada al aire libre, pequeños puestos de frutería y de comida, algunos desprendían un olor muy fuerte que no nos tentaba a probar. En definitiva, un contraste de clases sociales. Al anochecer, vimos el paisaje colorido de las luces de neones de Nanjing Rd. y, para nuestra desgracia, no encontramos un bar donde tomar una cerveza. ¡Solo había restaurantes!
*Precios Marzo 2013.

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