Jodhpur, India. |
El tren se dirigía a Jodhpur. Virginia dormía con la boca abierta mientras yo terminaba el libro del Dalai Lama que me había regalado Mada, cuando esta familia subió con sus ropas desaliñadas que pedían a gritos un jabón; la abuela era delgaducha y arrugada como una pasa, y la madre iba a su bola sin hacer caso a sus cuatro hijos. Se sentaron en el suelo junto a las puertas de salida y el oloriento baño. El tren siguió su camino dirección a la ciudad azul. El bebé, quizás de tres años, hinchaba globos de mocos en el momento en el que su hermano cometió el error de intentar comer un fruto, extraño para mí, parecía una patata rellena de algo sabroso, pero no era el turno del pequeño y su hermana, quizás de doce, le soltó una bofetada que le dejó sin habla. No se quejó y aguantó el llanto, aunque las lágrimas no las pudo retener. El bebé, que danzaba al lado, recibió otra, era un pack de bofetadas que lanzó la joven sin que su madre se inmutara, tan solo le quitó la fruta a su hijo para comerla y empujó al bebé rechazándole el abrazo que tanto necesitaba, así al minuto, por algún comentario de la madre, todos se rieron juntos y las lágrimas se quedaron en la manga del jersey. El tren paró en un pueblo perdido donde esta peculiar familia desembarcó. Antes de proseguir con mi lectura, ya que me había parado para ver el 'indian show', cerré la boca de Virginia, que no se quejó, y siguió durmiendo hasta que llegamos a Jodhpur.
Llegamos a Jodhpur junto a tres chicas españolas y Jose, un granadino que viaja solo por estas tierras. Tras visitar una guest house cara y la Cosy Guest House, que nos gustó pero estaba llena, el conductor del tuktuk nos llevó a otra. Tras acomodarnos, el dueño nos invitó a la boda de su hermano, que se celebraba justo al lado, por lo que escuchábamos la música nada mas salir de su casa. Nos invitó a cenar junto al resto de invitados y observamos atónitos el espectáculo de bailes. Para mí era familiar por mi experiencia en Manchester, pero vivirlo en la India tenía su punto. Al día siguiente, nos fuímos a ver el fuerte, mientras Virginia se iba a encontrar con su amigo David (el dueño del bar Morgan), un fanático de este país.
El fuerte era caro (comparado con otros) 400 RI, pero incluía una buena audioguía con la que te ibas enterando no solo de sus estancias, sino también de su historia. Al poco de entrar, en la enorme puerta por donde accedías al museo, estaba observando un pequeño relieve de manos pintado de naranja, cuando una señora mayor me pidió que le hiciera una foto. Tras posar, me dijo con una extraña felicidad llena de nostalgia, 'cuarenta años después'. Solo bastaron esas tres palabras para imaginarme a aquella mujer de joven con larga melena e ideas revolucionarias nacidas en los setenta. Cuando retorné a la realidad, ella había desaparecido y me quedé con un puñado de preguntas sin contestar. Una hora después terminamos nuestro recorrido por el fuerte y nos perdimos por la ciudad azul (literalmente tiene un montón de casas de este color), llena de bazares, simpáticos chavales que quisieron hacerse una foto con nosotros y un ruido ensordecedor alrededor de la Torre del reloj, el centro neurálgico. Cerca de allí descubrimos un pequeño puesto de comida callejera especializado en tortillas que me hizo removerme de gusto el paladar. 'Dos mas para llevar', le dije, 'que mañana cogemos el tren de madrugada camino a Jaisalmer'.
Jaisalmer está casi en la frontera de Pakistán, lejos y mal comunicada del resto de ciudades del Rajasthan, sus casas y el enorme fuerte destacan por su tapiz amarillento, influencia sin duda de la arquitectura desértica de los musulmanes. En esta ciudad quedamos con Alexandra y Patrizio, dos italianos que conocimos en Jaipur y con los que íbamos quedando en otras ciudades, ya que seguíamos el mismo rumbo, pero esta vez nos juntamos y negociamos la guest house porque pretendíamos estar una semana para disfrutar del 'desert festival' y, ya de paso, hacer un safari por el desierto montando a camello.
No era muy partidario de montar este simpático y pacífico animal, pero ya no viajaba solo, éramos un grupo y decidimos hacerlo. Nos llevaron en un jeep a las afueras de la ciudad a una minuscula villa donde conocimos al dueño de los camellos y desde allí, en cadena como los reyes magos vagabundeamos durante un rato hasta llegar a la sombra de un árbol donde los dos guías empezaron a cocinar: chai, un combinado de vegetales picantes y chapati, el pan indio que hicieron in situ. Después de reposar, seguimos nuestro camino, a paso lento, hasta una enorme duna donde cenamos y dormimos al raso. El cielo estrellado era una buena visión antes de refugiarse del frío bajo las mantas. A la mañana siguiente, continuaba el dolor del culo al montar los camellos. Al mío lo llamé 'Lola', pero luego me enteré de que era macho, así que me imaginé al camello macho de día y travesti de noche, vestido de sevillana con los labios pintados de rojo... Bueno, he de decir que aquí es legal los batidos con marihuana.
El 'Desert festival' ha sido muy decepcionante. Las actividades eran en un estadio donde la gente se sentaba lejisimos del escenario donde cantaban y bailaban o, cuando fue la carrera de camellos, tambien se veia fatal, al menos, esta ultima fue divertida porque los camellos en vez de ir rectos, se iban hacia un lado. En fin. Muy cutre. Indian style. Una semana para ver esto aqui, al menos sirvio para conocer gente, los locales nos saludaban sin venderte nada e, incluso, nos hacian descuentos por repetir en el restaurante. Pero no deja de ser India y te puede ocurrir que vas a comprar por ejemplo un dulce a 10 rupias durante tres dias y al cuarto dia, en la misma tienda, te pidan 15. Esto es India y las vacas siguen cagando por la calle, robando comida a los vendedores de fruta y te impiden el paso a alguna calle diminuta. Durante esta semana, tambien hemos hecho amistad con la gente de la guest house, tanto los italianos como nosotros, nos hemos sentido como en casa hasta el punto de pedirle en el desayuno "lo de siempre". A pesar de ser muy pesados, cuando encuentras a gente sincera y amable, lo hacen de corazon.
Aqui estamos con los italianos y la gente de la Guest House, Jaisalmer. |
Mister Desert, Jaisalmer |
Un camello, por si no os habeis dado cuenta, Jaisalmer. |
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