miércoles, 19 de febrero de 2014

#055 India. El desierto de Jaisalmer.

Jodhpur, India.

El tren se dirigía a Jodhpur. Virginia dormía con la boca abierta mientras yo terminaba el libro del Dalai Lama que me había regalado Mada, cuando esta familia subió con sus ropas desaliñadas que pedían a gritos un jabón; la abuela era delgaducha y arrugada como una pasa, y la madre iba a su bola sin hacer caso a sus cuatro hijos. Se sentaron en el suelo junto a las puertas de salida y el oloriento baño. El tren siguió su camino dirección a la ciudad azul. El bebé, quizás de tres años, hinchaba globos de mocos en el momento en el que su hermano cometió el error de intentar comer un fruto, extraño para mí, parecía una patata rellena de algo sabroso, pero no era el turno del pequeño y su hermana, quizás de doce, le soltó una bofetada que le dejó sin habla. No se quejó y aguantó el llanto, aunque las lágrimas no las pudo retener. El bebé, que danzaba al lado, recibió otra, era un pack de bofetadas que lanzó la joven sin que su madre se inmutara, tan solo le quitó la fruta a su hijo para comerla y empujó al bebé rechazándole el abrazo que tanto necesitaba, así al minuto, por algún comentario de la madre, todos se rieron juntos y las lágrimas se quedaron en la manga del jersey. El tren paró en un pueblo perdido donde esta peculiar familia desembarcó. Antes de proseguir con mi lectura, ya que me había parado para ver el 'indian show', cerré la boca de Virginia, que no se quejó, y siguió durmiendo hasta que llegamos a Jodhpur.
Jodhpur desde el fuerte.

Invitados a la boda en Jodhpur, India.

Llegamos a Jodhpur junto a tres chicas españolas y Jose, un granadino que viaja solo por estas tierras. Tras visitar una guest house cara y la Cosy Guest House, que nos gustó pero estaba llena, el conductor del tuktuk nos llevó a otra. Tras acomodarnos, el dueño nos invitó a la boda de su hermano, que se celebraba justo al lado, por lo que escuchábamos la música nada mas salir de su casa. Nos invitó a cenar junto al resto de invitados y observamos atónitos el espectáculo de bailes. Para mí era familiar por mi experiencia en Manchester, pero vivirlo en la India tenía su punto. Al día siguiente, nos fuímos a ver el fuerte, mientras Virginia se iba a encontrar con su amigo David (el dueño del bar Morgan), un fanático de este país.

Fuerte de Jodhpur, India.
Mochileras de Menorca y Jose, Jodhpur.

El fuerte era caro (comparado con otros) 400 RI, pero incluía una buena audioguía con la que te ibas enterando no solo de sus estancias, sino también de su historia. Al poco de entrar, en la enorme puerta por donde accedías al museo, estaba observando un pequeño relieve de manos pintado de naranja, cuando una señora mayor me pidió que le hiciera una foto. Tras posar, me dijo con una extraña felicidad llena de nostalgia, 'cuarenta años después'. Solo bastaron esas tres palabras para imaginarme a aquella mujer de joven con larga melena e ideas revolucionarias nacidas en los setenta. Cuando retorné a la realidad, ella había desaparecido y me quedé con un puñado de preguntas sin contestar. Una hora después terminamos nuestro recorrido por el fuerte y nos perdimos por la ciudad azul (literalmente tiene un montón de casas de este color), llena de bazares, simpáticos chavales que quisieron hacerse una foto con nosotros y un ruido ensordecedor alrededor de la Torre del reloj, el centro neurálgico. Cerca de allí descubrimos un pequeño puesto de comida callejera especializado en tortillas que me hizo removerme de gusto el paladar. 'Dos mas para llevar', le dije, 'que mañana cogemos el tren de madrugada camino a Jaisalmer'.

Atardecer en Jaisalmer, India.

Jaisalmer, India.

Jaisalmer está casi en la frontera de Pakistán, lejos y mal comunicada del resto de ciudades del Rajasthan, sus casas y el enorme fuerte destacan por su tapiz amarillento, influencia sin duda de la arquitectura desértica de los musulmanes. En esta ciudad quedamos con Alexandra y Patrizio, dos italianos que conocimos en Jaipur y con los que íbamos quedando en otras ciudades, ya que seguíamos el mismo rumbo, pero esta vez nos juntamos y negociamos la guest house porque pretendíamos estar una semana para disfrutar del 'desert festival' y, ya de paso, hacer un safari por el desierto montando a camello.

Cabalgando por el desierto...

Mi camello llamado "Lola" (pense que era hembra).

Asi se amanece tras dormir en el desierto, Jaisalmer, India.

No era muy partidario de montar este simpático y pacífico animal, pero ya no viajaba solo, éramos un grupo y decidimos hacerlo. Nos llevaron en un jeep a las afueras de la ciudad a una minuscula villa donde conocimos al dueño de los camellos y desde allí, en cadena como los reyes magos vagabundeamos durante un rato hasta llegar a la sombra de un árbol donde los dos guías empezaron a cocinar: chai, un combinado de vegetales picantes y chapati, el pan indio que hicieron in situ. Después de reposar, seguimos nuestro camino, a paso lento, hasta una enorme duna donde cenamos y dormimos al raso. El cielo estrellado era una buena visión antes de refugiarse del frío bajo las mantas. A la mañana siguiente, continuaba el dolor del culo al montar los camellos. Al mío lo llamé 'Lola', pero luego me enteré de que era macho, así que me imaginé al camello macho de día y travesti de noche, vestido de sevillana con los labios pintados de rojo... Bueno, he de decir que aquí es legal los batidos con marihuana.

Desert Festival en Jaisalmur
Desert Festival en Jaisalmer.

El 'Desert festival' ha sido muy decepcionante. Las actividades eran en un estadio donde la gente se sentaba lejisimos del escenario donde cantaban y bailaban o, cuando fue la carrera de camellos, tambien se veia fatal, al menos, esta ultima fue divertida porque los camellos en vez de ir rectos, se iban hacia un lado. En fin. Muy cutre. Indian style. Una semana para ver esto aqui, al menos sirvio para conocer gente, los locales nos saludaban sin venderte nada e, incluso, nos hacian descuentos por repetir en el restaurante. Pero no deja de ser India y te puede ocurrir que vas a comprar por ejemplo un dulce a 10 rupias durante tres dias y al cuarto dia, en la misma tienda, te pidan 15. Esto es India y las vacas siguen cagando por la calle, robando comida a los vendedores de fruta y te impiden el paso a alguna calle diminuta. Durante esta semana, tambien hemos hecho amistad con la gente de la guest house, tanto los italianos como nosotros, nos hemos sentido como en casa hasta el punto de pedirle en el desayuno "lo de siempre". A pesar de ser muy pesados, cuando encuentras a gente sincera y amable, lo hacen de corazon.

Aqui estamos con los italianos y la gente de la Guest House, Jaisalmer.

Mister Desert, Jaisalmer

Un camello, por si no os habeis dado cuenta, Jaisalmer.




domingo, 2 de febrero de 2014

#054 India. El taj Mahal y el comienzo por Rajasthan.


Camino Varanasi.
Pasajeros al tren...
Los trenes fue la mejor herencia que este país tiene de los ingleses, es barato y llega a cada rincón, pero aún asi siempre hay retrasos. Con frecuencia el tren se para en mitad de un camino perdido y estamos esperando horas. En uno de esos tiempos muertos tenemos la oportunidad de interactuar con los pasajeros, jugando al tres en raya o hablando sobre nuestra cultura. Ellos son bastante descarados y no dejan de mirarnos. Bueno, mas bien miran a Virginia y quieren hacerse fotos con ella. He de decir que son muy pesados, pero que muy pesados. Los tuktuk (taxi motos) nos siguen a pesar de decirles que no mil veces, '¿subís a mi helicóptero?', te sueltan, y los vendedores del bazar te atraen hablando en español. Los encuentros con gente que solo quiere hablar y no venderte nada son escasos, por lo que yo ando muy alerta y con mi cara de "no quiero nada", pero con Virginia es imposible porque ella no le gusta quedar mal con ellos y les sonríe, ellos insisten mas y yo me cabreo. Pero como he dicho, hay gente muy simpática y nos ayuda, porque aunque no les compres nada o no subas a su tuktuk, se ríen y te echan una mano.

Mi casita del pueblo.
En Agra fuimos a visitar el Taj Mahal (750 RI), claro, como no. La ciudad tiene tambien un fuerte (250 RI, hay descuento de cincuenta rupias por visitar otros sitios) y algun otro lado que no visitamos, porque aqui se viene a ver una de las siete maravillas del mundo. Nos alojamos cerca de la puerta este, o sea al lado, pero tuvimos que comprar el ticket en la entrada principal donde comprobamos que los extranjeros pagábamos una barbaridad mientras que los locales solo pagan veinte rupias, por lo que ellos se lo toman como quien va al parque. El edificio es famoso, majestuoso por su mármol blanco y su historia de amor, pero en serio, no es para tanto. Lo que mas me llama la atención es los alrededores caóticos y llenos de mierda fuera del recinto (como cualquier otra ciudad). Es la India y es lo que hay, pero da pena ver las calles sin asfaltar, basuras en cada esquina y caos, pero lo que realmente resalta en este pais es que ¡no hay aceras! Las que hay, son estrechas y casi siempre que vamos de un lado a otro vamos por la carretera y claro, los tuktuk paran cada dos por tres.
Mi ojo parece el de Rocky porque me pico un mosquito.


Una India que encontre en el camino.
Pink city, Jaipur.
Tras dos días en Agra nos fuímos a Jaipur, la pink city (ciudad rosa), porque el centro es un enorme compendio de edificios de este color. No suelo llegar con una gran idea sobre lo que hay que ver en las ciudades, porque me gusta preguntar a los locales qué es lo mejor. En este caso fue nuestro karma quien nos llevó a encontrarnos con un simpático hombre que me aconsejó no gastar el dinero en el palacio de la ciudad sino ir al fuerte de Amber, un pequeño pueblo cercano a Jaipur. Y es lo que hicimos, tras visitar el Palacio del viento, un palacio que solo costaba entrar cincuenta rupias y que se ve en veinte minutos. Cogimos el bus local por 10 RI. Un corto trayecto, pero gratificante por utilizar el transporte con locales y no gastando el triple con turistas. Sigo teniendo el chip de gastar poco, pero en este país tienes que contar con que te tangaran en algo (te das cuenta de eso cuando te encuentras con otros turistas que te dicen que ellos consiguieron lo mismo por menos).

Luego se la hizo con Virginia, claro.
Camino Amber
Camino del palacio de Amber
El fuerte de Amber es muy interesante, (entrada por 200 RI), y es bastante grande. Como todos los palacios y fuertes de la India las habitaciones y estancias están vacías, quizas para que tengas que coger el auido guía o contratar los servicios de una persona, pero como no lo hacemos nos limitamos a pasear e imaginarnos la vida que llevaban allí, donde tenían un edificio donde vivían las mujeres y no podían salir a la calle, vamos como una cárcel. Lo primero que vimos fue este palacio, donde de nuevo, un tipo que trabajaba de seguridad allí, nos hizo de guía durante un rato hasta que consiguió hacerse una foto con Virginia (la próxima vez pediremos dinero por ello).
Vendedor de verduras, Amber.
En el hostal conocimos a una pareja de italianos que iban a ir a Pushkar un día antes que nosotros y, como el dueño del hostal tenía un "amigo" con guest house en esta ciudad, nos encontramos con ellos en el mismo sitio. El pueblo crecio alrededor de un lago sagrado y todo se mueve gracias a el. La vida es muy tranquila y nos hizo sentirnos como cuando estuvimos en Varanasi. No solo estuvimos con nuestros amigos italianos, sino que nos encontramos con Jose, otro mochilero que viajaba solo por Varanasi, asi que su reencuentro nos hizo sentirnos como en casa. Cada noche subiamos a la azotea del hostal a cenar y anochecia compartiendo nuestras experiencias. Parece que venir a esta region (Rajasthan) todos los viajeros hacen el mismo recorrido, por lo que tarde o temprano nos reunimos con ellos y el viaje se hace mas agradable.

Este es un punto muy interesante viajando por Asia. Conocer otros mochileros, sus increibles aventuras, morirte de envidia de sus viajes y compartir experiencias. Entonces te dices... que grande es viajar. 

Pushkar, India.

Una vaca que tiene hambre, Pushkar.

Con nuestro amigo Francois en Pushkar.














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