Pescadores en Çanakkale |
Dejé atrás un gran fin de semana con mis amigos, esos con los que empecé a viajar hace mas de diez años y me metieron el gusanillo de conocer ciudades, países y nuevas culturas. Lleno de energía llegué a Çanakkale, conocida por estar al lado de la legendaria Troya. Tuve la suerte de que mi CS estudiaba turismo y me explicó que, al margen de esta leyenda, la ciudad esta geográficamente en la entrada al mar Marmara y, por consiguiente, a Estambul. Visitamos primero los alrededores de la fortaleza, que ahora es un museo, en la parte asiática y después cogimos un ferry para ir a la península que pertenece a Europa y donde hay otra fortaleza. De este modo, con dos fortalezas una en frente de la otra se defendieron en la edad media de los barcos que querian entrar por aquí, pero también les sirvió de defensa durante la primera guerra mundial.
Las temperaturas empiezan a bajar y parece que el gas es caro en Turquía porque mi CS no encendía la calefacción, por lo que tuve que dormir acurrucado bajo dos mantas. Por suerte tiene la buena costumbre de llevarse comida casera de su madre y nos hinchamos a comer. Yo le correspondí cocinando una tortilla española (y creo que van seis de lo que va de viaje). El chico había estado en Málaga y le gustaba el flamenco, tanto es así que tenía un cassette de un grupo de los setenta que yo desconocía y un Lp de ¡¡Maria del monte!!
En Izmir me alojé para luego hacer una visita interesante: Ephesus, que está cerca de una pequeña localidad llamada Seçun. Toda esta zona fue base romana e incluso llegó vivir durante sus últimos días la "Virgen María", una casa que ahora es museo y destino de peregrinación. La única manera de ver todo es alquilando un coche, algo que mi presupuesto impedía por lo que elegí dar una vuelta por las ruinas romanas de Ephesus. Lo mas curioso de esta antigua ciudad era que tenia puerto marítimo, pero hoy día se encuentra a mas de cien kilómetros del mar.
¿He dicho ya que hace frío? En Izmir seguía sin calefacción en la casa de mi CS, pero, y quizás por eso, me pasé los días en los bares con ellos y sus amigos. Hablamos mucho y, sobre todo, de política. Me sorprende descubrir a la gente de esta zona con una mentalidad tan abierta e, incluso, ver unas ciudades tan modernas. Si no fuera por las mezquitas, parece que estuviera en España. Además de hablar, comimos (Aqui no paran de comer) y bebimos (La cerveza Efes parece agua). Uno de esos días, de vuelta a casa, íbamos en un Renault once destartalado. Paramos en la puerta de un restaurante que tenía aparcacoches, yo me asusté porque, como sabéis, los chicos de provincia no estamos acostumbrados a este tipo de servicio, por lo que pensé que nos iban a clavar. Ni mucho menos. Por dos euros me tomé una exquisita sopa y una enorme ensalada que daban gratis, ademas de el çay (te), claro. Con la tripa llena volví a acurrucarme bajo las mantas y soñar con mi siguiente destino.
La torre del reloj, Izmir |
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